Déjame decirte
que las mañanas no existen
porque las devoró el azar,
que te llame
con el nombre de la lluvia
para que aprendan tus ojos
un sonido nuevo
que eche los minutos a andar.
Déjame que te cuente
de los silencios
que casacabelean besos...
Que te diga
todas las palabras de este invierno,
del otoño ileso
y las que no logré inventar.
Déjame que te pida
lo que nunca tuvo nombre...
Sólo sabor a frutas frescas
y verdes hojas de primavera,
fragante luz de azahar.
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