Tus ojos me buscan ávidos
y quieren ahondar
en mis pensamientos,
pero allá donde siempre termina
el horizonte impío de tus gélidos besos,
comienza mi bello país de ensueños.
Déjame adentrarme en tu mar
y la breve historia de sus espumas.
Caracolas falaces en las madrugadas...
Déjame besar tu inexplorado cielo,
porque se ha hecho de noche,
y llega la luna que llama,
que espera ansiosa
y lleva, en bandeja de plata,
las penas del alma...
ésas que anclaron
la mañana de versos viudos
cuando se secaron mis rosas,
esperando el olvido.
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