En un suspiro profano,
envidio tus vivencias benditas,
llenas de ti, de tu gracia y de tu gloria
que se derraman
sobre mi piel confusa,
para apenas musitar en silencio
un te amo que se contiene
como volcán con su magma ardiente,
que quema tu pasado,
frutal de nuez y miel,
con docientas ausencias,
y un ritmo contagioso de silencios y miedos.
Un grito silencioso que persiste en tus ojos,
el olor a pastel y a muerte
en el circo del domingo,
que después se tornó en infierno,
cuando en tu cuna la inquietud de una sonrisa
marcó la dicha de mecerte en mis brazos,
la dicha inmensa que trazó nuestro camino
para ser preludio,
travesía y sortilegio...
pero siempre de amor.
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