En mis ávidas manos te mando el fuego
que ha de avivar tu fragua,
dando la forma al amor dormido.
De mi vientre nacen mil suspiros
cuando en la frente de la delgada noche
sucumbe el anhelo
de amarte interminablemente.
No quiero pensarte, hoy lo confieso.
Sepulté tu recuerdo en pueril coraza.
Y me arde esta pregunta,
sorda como una súplica.
¿Dónde hallar la puerta
que me lleve a escapar de tu destino?
¿Cómo huir de tu voz,
de tu aliento de fruta en primavera,
de tu mirar sereno, amoroso y cautivo?
Yo te recuerdo, te recuerdo tanto...
me miro tantas veces en tus ausentes ecos,
susurro tantas veces nuestra hitoria inacabada.
Tu nombre tantas veces lo he besado a solas,
y tu luz...y tu senda perdida,
que hizo surcos de idolatría
sobre mi alma inerme y perpetrada de fantasías.
Desnuda estoy, desnuda...
Soy luciérnaga extraviada.
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