Déjame pronunciar un te quiero
con mi boca orgullosa al tenerte
y mis ojos que rien y lloran
al saberte tan cerca, tan próximo
a mi alma que late dichosa
mientras nacen los días sin tiempo.
Déjame que acaricie las horas
que a tu lado transcurren serenas
y escuchar tu silencio gritando,
aventando las alas que anuncian
el cantar de la brisa llegando
cuando pones acento de reina
al nombrarme, al mirarme, al amarme.
Yo quiero decirte esta tarde
en forma de rezo y de verso,
por si un día nos hallamos lejos,
que en tu alma he dejado yo impreso
el capítulo juntos vivido.
Hace un tiempo que vamos unidos
por la senda llamada designio
despertando a la vez que la aurora.
Mis ojos buscando y tu amor respondiendo.
Sin miedo a la fábula errante
de un mañana de promesas rotas
ni a morir entre los mortales,
florecida tú me recibes
y gozosas mis manos te encuentran.
Nebulosa agitada de besos
balbuceo de horas felices
y dialecto inventado, creado
por siluetas de notas constantes
cuando vienes a mí interrogante
y alborozas la sonrisa incesante
al borde de mi mundo infinito.
En tus ojos de suave talento
salpicados de lunas y estrellas
hoy reposa sin preocupaciones
esta etérea mariposa sin alas.
Es tan breve la vida, tan corta
que ahora tú, mi amparado escudo,
me pareces un sueño adorado
que contemplo cual lluvia hechicera
profecía de adjetivos libres.
Vámonos tú y yo de la mano
recostados en un arco iris
hacia el sur que conocen las aves
reviviendo a la par que me miras
el rito perdurable de amarnos.
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